Aun no te conté cómo sueño
Lo que sueñas y no dices tal vez
será canción.
Luis Alberto Spinetta
I
Cuando
se te calló el plafón al piso y yo no pude atraparlo me dijiste, mientras sonreías,
que nunca te había contado cómo sueño. El estallido del cristal espantó a las
pocas aves que habitaban el sobre techo de la cabaña casi con tanta sorpresa
que una de ellas se metió en la cocina y nos miramos preocupados. Hay percepciones
que indican que las cosas pueden esperar un rato, incluso días o meses porque
ir en dirección contraria a ellas puede complicarlo todo irreversiblemente.
Noté al agacharme que uno de mis pies sangraba a consecuencia de las heridas
superficiales que provocó la explosión del cristal. El pequeño gorrión ya había
encontrado salida e imaginamos que también su refugio. Que si el sueño era un refugio
me preguntaste y mirándote fijo te contesté que no sabía, pero sí sé que en los
sueños no se pierde nada. Los muertos no mueren, las enfermedades se curan, no
hay sistema monetario tampoco y antes de reírte me tiraste agua en la cara acompañándola
con un beso a la altura de mis ojos.
Hace
unos días soñé con Masotta y contándote todo lo que allí ocurría dejaste que
tus pensamientos fluyeran intempestivamente hasta provocar una tangente
discursiva: que qué pasa cuando se sueña con una época anterior a tu propia
vida e incluso, cómo se diluye la angustia de saber que ese deseo que se
manifiesta en sueños no será consumado en la vigilia. Nos quedamos sin palabras
y recordé en ese instante que Lacan decía algo así como que un discurso es
siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende: entonces despierta. Lo copiaste
en una hoja cuadriculada y lo pegaste en la puerta como quien coloca un mensaje
de bienvenida. Será esto amor, que puede ser te dije, que puede ser.
II
El
ambiente olía a guardia de hospital producto de las curaciones de las heridas
en el pie y fue en ese instante cuando volviste a preguntarme que cómo sueño.
El peso de tu cabeza recostada en mi hombro fue suficiente para entender de qué
se trataba la cosa. El cuento que seguía comenzaba diciendo: “A mitad del largo
zaguán del hotel pensó que debía ser tarde, y se apuró a salir a la calle y
sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía
guardarla.” Me detuviste en la parte en la que, en el relato, el sueño y la
vigilia no se distinguían para consultarme qué prefería, si soñar o estar
despierto y caí en la cuenta de que yo nunca te había contado cómo soñaba.
Intenté ganar terreno por el lado de la vigilia pero tan audaz fuiste que
seguiste leyendo hasta el final para decirme que hay sueños que te torturan
porque es el único lugar en donde las cosas no se pierden y los muertos,
nuestros muertos, no mueren. Y que tu cuerpo lo sabe y no lo puede controlar y
se enferma de sufrir, se convulsiona dejando huellas que son solo la punta de
un inmenso dolor. O tuve un deja vu, o esto es un sueño; no me animé a
preguntarte.
III
A
veces, después de soñar, pienso en cuatro cosas: en Julio Cortázar, en Sigmund
Freud, en Jacques Lacan y en Wes Anderson. Ese cuarteto, con modos diferentes,
pusieron en problemas a la banalidad de vivir el tiempo linealmente sin interrupciones;
los cuatro suspendieron el discurso que se dice ser real. Además, extienden
tanto el espacio temporal que dejan semidesnuda a la resistencia institucional
que imposibilita los movimientos necesarios para desencadenar el alma. Sí, el
alma puede vivir años gustosamente encadenada porque no sabe cómo es vivir desencadenándose.
Me
recuesto nuevamente en el sillón y el hedor acumulado de varios cuerpos detiene mi
reflexión y me rio al verte bailando con sahumerios en las manos. Te
acostumbraste a ir con tus budas para todos lados y yo me acostumbré a
acostumbrarme que te vayas a todos lados con tus budas. Será esto amor, que
puede ser te dije, que puede ser. La próxima vez alquilamos una habitación en
un hotel mejor me dijiste a carcajadas golpeándome la cabeza porque fui yo
quien eligió estar lejos de la humanidad a la que aun pertenecemos; que no sea bobo,
que cuanto más me quiero alejar, más humano soy, que te pareces a eso tipos que
se oponen a la monogamia pero no le cuentan a la mujer que tienen amantes.
A
cada tanto nos advierten que querer es poder y que ser feliz es casi ya una obligación.
¿Pero una moneda es sin su otra cara? ¿Nos enamoramos de quien queremos o
sorpresivamente acontece el rayo cortazariano que llega para partirnos en dos?
¿Acaso no hay amores en sueños o sueños de amores? No lo sé, pero sí sé que
habrá más guerras, mas sangre, más
nudos, encadenamientos, nuevas religiones, más trastornos, más pastillas para calmarlos, y todo tipo de anestesias
locales como internet y Coca Cola. Me contentaría por ahora, alguna vez,
contarte cómo sueño, mientras tanto, te cuento que aun no duermo.