¿Y si la relación de la lectura con la vida no fuera de oposición, ni de exclusión, ni de enseñanza, ni de complementariedad, sino-como sabe cualquiera que, con las pestañas ardiendo, se niega a apartar los ojos del libro que las quema-pura y simplemente de histeria?
Alan Pauls
Veo
que nunca te dije cómo leo; hay varios momentos, como casi todo porque nada es
unilateral. Algunos dicen que soy un loco, pero hace poco leí que un país se
constituye por cómo éste define a la locura. Allí hay de todo, y qué decir de
la constitución, y qué de la locura y qué de los discursos y qué de los países.
Ya sé muy bien que me olvido de las comas pero intento salir porque es la
salida la que da recursos para leer, la
fuga diría. Lo cierto es que la repetición, eso que no se sabe bien qué
es pero gravita, poco a poco, tendrá que quedar nula porque nos hace perder.
Eso que conocemos como tiempo toma otra dimensión cuando uno es capaz de perderlo para ganar y no es una nueva ley económica,
tampoco es un consejo, es otro estilo de producción. No por nada nos han
enseñado a cuidarlo aunque irremediablemente se va y quizás ahí se defina todo: perderlo todo,
gastar la vida.
Entonces
lo que sigue seria explicarte cómo lo hago.
Tomo
el libro con mis manos, siempre solo, a menos que me digan que la soledad se
acaba cuando uno está en compañía de alguien. Yo no admito que así sea, uno
puede compartirla pero en definitiva está siempre solo: nacemos solos y morimos
solos porque ambos acontecimientos son indefinibles por defecto y así mismo nos
constituyen
Mis
manos se saben adoctrinadas y es entonces cuando la más hábil recibe todo el
peso del libro mientras la otra hace lo que puede, en principio porque sabe que
no podrá aguantar todo. Mentiría si te digo que las palabras entran primero por
los ojos porque no es útil lo que aprendimos de ellos, los ojos no ven, todos
los ojos no necesariamente están preparados para mirar. Antes que nada debes
saber que el libro me elige, son otros los que te llevan a él irremediablemente.
No es fácil, a mi siempre se me da por pensar en una primer cita en donde todo
es improbable, impensado y las mas de las veces tan ridículo como encantador. Sos
objeto, pero no cualquier objeto; es la transformación, es la “caosmosis” la
que te convierte en sujeto, en un único sujeto metamorfoseado. Entonces es ahí cuando
las palabras entran por todos lados, ya nada quedará en pie, ya nada será como
era y se derrumban los estúpidos mantras que hacen de uno un humano
superpoderoso que todo lo puede. Es lo impensablemente imaginado lo que se cuela
y por va por aquello que no se sabe dónde se aloja pero que en un lapsus o en
un sueño nos transitan. Si solo entran por los ojos, si solamente mirando las
absorbemos, cómo se explica la electricidad que circula cuando se comienza a
leer ese libro que te eligió, cómo es que vibra el cuerpo.
Veo
en nuestros papeles que nunca te dije cómo leo. A veces lo hago parado y otras
caminando por la calle mientras las personas me esquivan y me dan ganas de
detenerlos y contarles qué leo. Pero rápido me doy cuenta que mientras el mundo
tiembla yo leo, y aun así, esa actividad que parece lenta, esquiva, sedentaria
y con mala fama me revoluciona los sentidos, me modifica, me atraviesa. Y algo
hay de común entre el diván y la lectura y es que en ambas actividades nunca se
sale indemne. Uno lee y ya no es el mismo, ya deja de ser, pero es complejo
pensarlo así porque aprendimos que dejar
de ser es otra cosa. Durante el análisis uno entra incompleto y descubre, después
de un duro trabajo, que parte de lo oculto, la otra mitad, se deja ver por un
rato
Soy
consciente de que todo lo que aloja en mi no podría decírtelo aquí porque no alcanzaría
para contarte en cuantas partes me ha fragmentado la lectura y tampoco sería
coherente con hilo del relato. Muchas veces pienso que la pasión no suele
recomendarse y claro cómo va a recomendarse algo que está por encima de la
producción. Cómo te van a decir de pequeño que busques tu pasión si solamente
dibujando el plan no figurará el dios dinero y qué inconveniente para los que
se apasionan por venerarlo.
A estas alturas temo no poder decir todo lo
que sé porque no está a mi alcance, pero sí estoy dispuesto a decirte cómo leo.
El costo lo sabemos porque de otro modo cómo se explicaria que las dictaduras
hagan cenizas de ese objeto que contiene palabras y no me refiero al libro, me
refiero a vos y a mi.