SU MIRADA AL BORDE DE NUESTRA ESCRITURA

 El último 29 de Julio, la escritora Ariana Harwicz publicó en su cuenta de Twitter el siguiente mensaje: “Tú no eres una autora latinoamericana, me dijo una editora española. ¿Y qué soy?, le dije, ¿sueca? Para nosotros los españoles, la literatura latinoamericana es: o sobre femicidios, o sobre narcos, o sobre gótico andino, así que no sé qué sos, pero latinoamericana, no.”

Bajo esta premisa, que interpela a nuestra región, habría que preguntarse ¿Qué es la literatura latinoamericana para quienes no lo son? O ¿Cuáles son las representaciones que alimentan a lectorxs que esperan unidireccionalmente un estilo de escritura? ¿no sigue siendo una elegante forma de dominación? ¿puede la literatura latinoamericana romper el techo de cristal impuesto por los inquisidores de siempre? ¿Cómo se las arregla una escritora latinoamericana para posicionarse dentro del campo literario? ¿De qué manera deja atrás lo que se espera de su escritura? ¿Còmo se las ve con la lengua?

Robert Castel aseguraba que “el trabajo sociológico era una tentativa de respuesta a una demanda     social”, por ese motivo, continuaba, “el sociólogo debe dar cuentas al conjunto de sus conciudadanos,  y no solamente a sus instituciones oficiales de control y a su cuerpo de pares.”


Bajo este paraguas nos situamos para extender, dentro del campo de la sociología de la literatura, el terreno de los posibles. Intentando superar los enfoques estructuralistas e institucionalistas a partir de un análisis de redes que nos permita converger las dimensiones macro y micro sociales. En simultaneo, la incorporación de fuentes secundarias será de utilidad para el armado de un mapa cognitivo donde “el proyecto creador sartreano” no sea el único camino para explicar la intertextualidad de una producción literaria. Esta metodología, nos permite, además, poner mayor énfasis en la dimensión colectiva de la practica literaria diferenciándose de las relaciones objetivas que otorga la teoría de los campos.

Cuando uno encara la escritura de la tesina, no sabe muy bien qué es lo que hay que hacer; sí sabe lo que no tiene que hacer. Son buenos indicios dado que dentro de la investigación sociológica no saber puede llevarnos a lugares desconocidos tales como la literatura. ¿Es el hecho literario un hecho social?

 Sobre la artesanía intelectual, Wright Mills, explicaba que los pensadores más admirables rara vez separan su vida de su trabajo. Por esa razón, esta tesina rebalsa de ambas cosas dado que tanto la sociología como la literatura son espejo y modelo para la conclusión de este trabajo.  

La producción literaria de Ariana Harwicz nos permite indagar acerca de diferentes dimensiones sociales sin excluir las condiciones históricas que permiten su aparición. Desde los presupuestos de Talcott Parsons, una parte del trabajo sociológico intenta eludir aquellos problemas sociales donde los hechos de poder se evidencian en varias dimensiones. Investigar sobre una mujer que escribe de una manera poco esperada, significa entre otras cosas, visibilizar todas las redes de poder  que se ponen en marcha cuando el hecho literario sucede; por ese motivo la dificultad de los avances y retrocesos de este trabajo. Si bien, la historia de la literatura argentina està plagada de escritoras, las luces que las apuntan no alcanzan para afirmarlo. Mucho menos, si lo que se escribe escapa de lo esperable. El abordaje del trabajo tiene varias entradas:

 

 Desde el punto de vista del análisis del discurso, Dominique Maingueneau, nos ayuda a ver cómo las representaciones de una época se reflejan en la propuesta literaria de la escritora argentina: 


“Me recliné sobre la hierba entre árboles caídos y el sol que calienta la palma de mi  mano me dio la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular.(…) Estaba a pocos pasos de ellos, oculta entre las malezas. Los espiaba. ¿Cómo es que yo, una mujer débil y enfermiza que sueña con un cuchillo en la mano era la madre y esposa de estos dos individuo?” (Matate, amor, 2012))


Una forma descarnada de escribir atiende a lo Walter Benjamin llamó “la politizaciòn del arte” puesto que el texto no solo deja de lado la tradición  latinoamericana canónica, también ejecuta un movimiento critico. Un riesgo que no es novedoso dentro de los discursos literarios históricos, pero despierta cierta suspicacia. Los rastros que deja la escritura de Harwicz vuelven a los terrenos de discusión donde la literatura y la política se pensaban como caminos cruzados. Por eso mismo, pensando junto con Miguel Dalmaroni, nuestro modelo de trabajo adolece de novedad dado que la búsqueda no es hacia adelante, sino hacia atrás. Retornar a las viejas polémicas de nuestra nación, que aún permanecen sin saldarse, nos permite reflexionar acerca de los permanentes modos de colonialidad. ¿Acaso no es competencia de la sociología el hecho literario? Nosotros creemos que lo es, pero también sabemos que la literatura no puede llenar los estómagos de tantos compatriotas, pero, como dice Dalmaroni, es un bien que repara. Ademàs, el tipo de literatura seleccionada para esta investigación puede ser la consecuencia de retratos sociales de vidas silenciadas donde el cuerpo se presenta politizado.

La centralidad del deseo como motor de búsqueda y no de represión, conduce a la relectura de los textos clásicos del psicoanálisis anudándolo con los principales núcleos teóricos de la sociología clásica. Problematizar el costumbrismo familiar al que estamos adaptados a partir de la incomodidad que causa el deseo es una forma de reflejar literariamente, las dolencias de una època: Dice Matate, amor

“Desear es como un caramelo pegado al cuello, al cuero cabelludo, a la yugular. Mi marido me viene a buscar cuando ya no se ve nada (…) Al menos entrá el cochecito, me grita. Y de la punta de los píes hasta la cabeza soy una sombra (…) ¿Le tomaste la fiebre hoy? , escucho salir de la nada. No recuerdo. La fiebre sube. Trepa a cuarenta. La mía también, pero a quién le incumbe la salud de la madre. (89)


¿No es preferible, se preguntaba Castel (1999), correr esos riesgos que quedarse crispado en una concepción de la objetividad confinada a un circuito de especialistas, a menudo auto proclamados?

 Escribir es descubrir, asegura Betina Gonzàlez. Podemos descubrir còmo aùn, de manera respetuosa, nos imponen las maneras de escribir en Amèrica Latina. Por esos motivos, el tweet de Harwicz sirve para renovar las emociones. Porque en este tiempo de desánimo exacerbado, el norte aparece europeo. Se integra en nuestros pensamientos como la única salida para la miseria que ellos mismos han generado desde hace siglos en nuestra regiòn. “Nuestra derrota, escribió Eduardo Galeano, estuvo siempre implícita en la victoria ajena.” Hemos escrito toneladas de papel para alimentar al verdugo; hemos aceptado que nos digan qué camino tomar en cada dimensión. Nosotros escribimos y pensamos como latinos; por eso las revoluciones, por eso nuestra escritura.


Escribir en contra de esos mandatos puede perturbar a quienes apuestan a los buenos modales,pero algunxs lo hacemos porque sale de las entrañas, porque ponemos el corazòn en la mesa de trabajo, y no nos fijamos a quièn puede molestarle el curso de las palabras. 

Escribir, anota Betina Gonzàlez en su contundente libro “La obligación de ser genial”, es descubrir aquello que estaba cubierto, “despojar el yo, despojarlo del lenguaje costra que era su refugio en pos de uno más cercano a la verdad emocional.”

Ya hemos guardado demasiado silencio.

DR.



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