PALABRAS URGENTES






Si la historia es un trampolín para comprender el presente, podríamos decir varias cosas. El intento de asesinato de la vice presidenta argentina Cristina Fernadez remueve viejos fantasmas que, no por antiguos, dejaron de sobrevolar la epoca. Entre la grieta, artefacto comercial eficiente, se abre todos los días un espacio tenebroso. Lo es porque allí habitan quienes pretenden decir nada. Quedar encima, debajo, a los costados con el fin de evitar tomar partido. Temen que la historia los juzgue, pero no se dan cuenta de que por más que uno quiera despojarse de ella, es la que marca el pulso de la vida. 

Autocrítica es una de las palabras que más se dijeron luego del jueves que cambió el orden de cosas en nuestro país. Pero es una forma de restablecer la vieja, no por antigua, teoría de los dos demonios. La violencia política a la cual apelan algunos cultores de la mediocridad se mide desde pocos puntos de vista. Los aparatos ideológicos de dominación proceden aún hoy incansablemente. La escalada de violencia y radicalización del discurso desde sectores reaccionarios no cesa desde el año 2008 cuando "el campo" intentó disputar hegemonía. En aquel momento, nadie invalidó el reclamo; únicamente, diferentes sectores midieron fuerzas, como ha ocurrido en otros acontecimientos históricos.

El sociólogo Daniel Feierstein aseguro que el ataque es un parteaguas que puede terminar con el consenso posdictadura y es posible que se naturalice la violencia política en nuestro país. Y, lamentablemente, se sabe a priori quienes son los receptores inmediatos. 

En estas palabras urgentes, desordenadas, arrancadas del insomnio febril permanente, pretenden abrir paso a preguntas urgentes. La búsqueda se inicia a partir del exceso de respuestas de todo tipo.  

Una cosa es clara en todo este desorden: con el fascismo no se conversa, se lo combate.

Ha llegado el momento, tal como sugeria Walsh, de animarse a dar testimonio en momentos difíciles. 







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