Hoy más que suturas son heridas, palabras urgentes. Las circunstancias obligan a buscar palabras que no mucho tiempo atrás podian hacer pensar más allá de la efervecencia del minuto a minuto. En el discurso de despedida de la Biblioteca Nacional, Horacio González dijo lo siguiente: "Saquemos de este momento la fuerza que vamos a pensar para seguir transformando el mundo y nuestra profesión, pero nadie transforma ninguna de esas dos cosas sino se transforma a si mismo (...) entonces seamos artifices de nuestro propio destino y no artificios de las pequeñas ambiciones del otro." Además de la gran pena que no se achica ni retrocede por la ausencia inabarcable de este maestro, nos queda, en la medida que el tiempo pase, aglutinar las fuerzas, nuestras fuerzas para pelear por un programa de país que vuelva a establecer la dignidad a las personas. Ernesto Guevara dijo que la revolución no se hace solamente para distribuir mejor el alimento, sino también para establecer las directrices para un nuevo futuro. Ese horizonte significa un gran desafio porque supone ampliar las fronteras de lo posible dentro de un mommento histórico donde pareciera que las derechas escriben la historia. Ocurre cada vez que la indignación y el enojo enturbian la mirada lejana, donde uno aparece como el único camino posibles por encima del nosotros. Pensar criticamente  equivale a informarse dejando de lado los residuos mediaticos que, dia a dia, mediante docenas de plataformas de entretenimiento crean un imaginario social donde lo más importante es qué ocurrira en el próximo capitulo de la serie más vista según las estadisticas de la propia empresa que las crea. Son palabras y reflexiones urgentes, ya lo anticipe. Por lo tanto, la advertencia es que si la lectura continúa, van a dilusidarse, cada vez con menos disimulo, broncas e indignacios que posiblemente deriven en jugosas incoherencias.

Las formas de entrener conspiran contra las propias costumbres porque acuden a modelos de creación donde se explicita, astutamente, la nulidad de las ideologías cuando son ellas el corazón de las mismos artefactos. De otra manera cómo se puede entender que las series catalanas inunden la plataforma más utilizada en Argentina y cómo es posible que dejemos de lado las capacidades de adaptación que el capitalismo ofrece para convencer y tranquilizar a las luchas más radicales que surgen al calor de los acontecimientos. O ya nadie se pregunta por qué en su catálogo hay una oferta descomunal de temáticas LGBTI+, o acaso los libros más vendidos no operan sobre las subjetividades de las personas que los compran. Porque acá hay una gran diferencia entre quienes lo leen y entre quienes los consumen. Hace muchas décadas atrás, Ariel Dorfman y Armand Mattelart escribieron un libro llamado Para leer al pato Donald donde discutieron con gran inteligencia aspectos de la escructura de entretenimientos que eran en ese momento indiscutibles. Me pregunto en la actualidad quiénes ocupan el puesto que otrora ocuparon los personajes de la multinacional Disney porque, aunque sus inocentes caricaturas están un tanto diluidas, la generado de cosmovisiones sigue vigente. En estos tiempos hay que saber que el entretenimiento no es de ninguna manera apolitico ni se produce para no pensar, sino todo lo contrario. Lo simbólico es tan perverso porque no representa nada y representa todo al mismo tiempo. Quizás, sin datos concretos, el héroe argentino sea un jugador de fútbol cuyos valores extremadamente mercantiles, y eso no es lo peligroso si esa imágen no se utilizara para dominar a partir de la idea del consumo en detrimento de la idea de cooperación.

Las luchas de las mayorias tienen una larga tradicion, pero como ya lo han dejado grabado otrxs, lo que se intenta siempre, desde una simple serie hasta una guerra total, es borrarla para que no queden ejemplos de que se puede vencer. Juntemos fuerzas.

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